Algo inusual está ocurriendo en México. Durante años, la industria mundial del juego ha observado al país con curiosidad, pero desde cierta distancia. Éramos un mercado importante, sí, pero no un punto de encuentro imprescindible. Eso cambiará en 2026. Por primera vez, México será anfitrión de una oleada de ferias internacionales que hasta ahora solo se celebraban en Malta, Barcelona, Miami o São Paulo. Y, en el mundo del iGaming, cuando todos los eventos empiezan a celebrarse en el mismo lugar, significa que ese país tiene algo que los demás no tienen.
La lista de encuentros que aterrizan en el país es contundente. Llegan SiGMA, Eventus International, GAT, Gaming & Media, AffPapa, así como conferencias de afiliación, foros de tecnología, reuniones boutique y cumbres centradas en la regulación. No es una coincidencia. Cuando un organizador global elige una sede, tiene en cuenta la conectividad aérea, el interés comercial, el volumen del mercado, la seguridad, la infraestructura hotelera y el potencial de crecimiento. Que varios organizadores hayan tomado la misma decisión en el mismo año es una señal inequívoca: México ha dejado de ser un mercado periférico para convertirse en un protagonista regional.
Pero este fenómeno no se explica solo desde el iGaming. En 2026, México será uno de los países sede del Mundial. Y, aunque este artículo no trata sobre apuestas deportivas, es imposible ignorar el efecto que un Mundial provoca en la economía de un país. Cuando millones de visitantes entran y salen, cuando la prensa mundial pone su atención, cuando la infraestructura turística opera a plena capacidad y cuando el país es tema de conversación a nivel internacional durante semanas, las industrias digitales se benefician directamente.
Para las ferias que se avecinan, el Mundial actúa como un amplificador natural. Aumenta la visibilidad, acelera las inversiones y pone a México en el punto de mira de empresas que quizá no habrían considerado la región en este momento. Para los operadores y proveedores, 2026 ofrece una combinación irrepetible: eventos de iGaming de primer nivel en un país que será anfitrión del torneo más visto del planeta. Esta combinación convierte a México en un destino estratégico.
El impacto también se nota dentro del ecosistema local. Que SiGMA, GAT, AffPapa o Eventus International operen en la Ciudad de México, Cancún o Monterrey cambia la forma en que se mueve la industria. Ya no se trata de enviar a dos ejecutivos a Europa para representar a una empresa mexicana. Ahora se trata de que equipos completos puedan asistir, formarse, presentar productos, recibir feedback directo y competir por atención con jugadores globales. Esta accesibilidad democratiza el sector y acelera su maduración.
Además, cuando un país recibe ferias de esta magnitud, los estándares aumentan automáticamente. Las empresas mexicanas revisan sus estrategias, profesionalizan sus equipos, fortalecen sus procesos y perfeccionan su discurso comercial. No lo hacen porque alguien se lo exija, sino porque son conscientes de que van a estar frente a compañías que operan a nivel mundial. El mero hecho de acoger estos eventos modifica la mentalidad del mercado. México empieza a comportarse como un centro internacional porque ahora lo es.
Lo más valioso es el efecto a largo plazo. En la industria del juego, un país que se convierte en sede habitual de eventos importantes casi nunca vuelve a quedar en el anonimato. La celebración constante de ferias crea relaciones estables, atrae inversión, impulsa a las empresas emergentes, facilita el intercambio de conocimientos y posiciona al país en conversaciones globales. México tiene mercado, conectividad, talento y cultura. Lo que le faltaba era visibilidad internacional sostenida. En 2026 la tendrá.

México no compite con Brasil, son ligas distintas. Sin embargo, para todo lo que no es Brasil, México se está convirtiendo en el centro natural del iGaming hispanoamericano. Es el país donde se cruzan Norteamérica, Centroamérica y buena parte del sur del continente. Es el lugar donde se inician tendencias y se toman decisiones.
En 2026, México no será solo un destino. Será el escenario. Y cuando un país se convierte en escenario, el mundo lo mira de forma distinta.









