La Gran Desvanecida, El Papel Blanco Aterriza Con Un Aleteo

Al final, el Libro Blan­co resultó un tan­to decep­cio­nante, tal vez rep­re­sen­ta­ti­vo del esti­lo medi­do y cole­gial del actu­al tit­u­lar del número 10.
Después de meses, si no años, de inde­cisión y retra­sos, los con­troles razon­ables –y prome­sas de más con­sul­tas– se impusieron a cam­bios rad­i­cales.
Dis­eña­da para actu­alizar la antic­ua­da Ley de Juego de 2005 del país y hac­er que nue­stro nego­cio de £11.5 mil mil­lones al año sea ade­cua­do para la era dig­i­tal, la revisión del gob­ier­no final­mente vio la luz ayer (17 de abril), cuan­do fue pre­sen­ta­da por la Sec­re­taria de Cul­tura Lucy Fraz­er, la últi­ma per­sona en ocu­par el volátil asien­to caliente del juego.
Tenía las huel­las dac­ti­lares del Viceprimer Min­istro Oliv­er Dow­den por todas partes.
Dow­den era Min­istro de Dig­i­tal, Cul­tura, Medios de Comu­ni­cación y Deporte cuan­do se lanzó por primera vez la revisión en diciem­bre de 2020, en los días de la manía del manda­to de Boris John­son.
El hecho de que Dow­den, alma gemela del actu­al Primer Min­istro Rishi Sunak, sea cono­ci­do uni­ver­salmente como ‘Olive’ puer­tas aden­tro del West­min­ster cer­ra­do es algo irrel­e­vante.
Un cíni­co –y hay muchos en este mun­do del juego– podría argu­men­tar que los muchísi­mos mil­lones supues­ta­mente gas­ta­dos por la indus­tria del juego en agasa­jar y hac­er lob­by a los diputa­dos de Gran Bre­taña para que sean indul­gentes con ‘The Big Easy’, parece haber dado resul­ta­do.
Ha habido una respues­ta bas­tante desalen­ta­do­ra, si no inex­is­tente, por parte de la may­oría de los sec­tores de la comu­nidad del juego y el iGam­ing en relación a la leg­is­lación inmi­nente del gob­ier­no.
Lla­ma­da de aten­ción.
En gran parte, me imag­i­no, porque la indus­tria del juego y sus cohort­es se des­per­taron y percibieron las con­se­cuen­cias hace tiem­po, sabi­en­do que siem­pre es mejor impul­sar un cam­bio pro­gre­si­vo que ten­er un cam­bio duro y desagrad­able impuesto sin avi­so.
En con­se­cuen­cia, la indus­tria del juego, ya la más reg­u­la­da del mun­do, ha esta­do movién­dose inex­orable­mente hacia el Cumplim­ien­to y el Juego Respon­s­able a gran veloci­dad.
Ha acep­ta­do grandes mul­tas, como la san­ción de £19 mil­lones el mes pasa­do con­tra el con­sol­i­da­do William Hill, impues­ta por la Comisión Reg­u­lado­ra del Juego del Reino Unido, con bue­na vol­un­tad, dis­cul­pas pro­fun­das y firmes prome­sas de hac­er­lo mucho mejor en el futuro.
Y jugadores impor­tantes, como el Omni­canal Flut­ter de ori­gen irlandés, han amor­tigua­do los exce­sos de la manía de las máquinas trag­a­monedas al impon­er un límite de apues­ta de £10 el año pasa­do, por ejem­p­lo, anticipán­dose a la leg­is­lación.
Del mis­mo modo, la Liga Pre­mier, cuyos muchos clubes de menor y medi­ana cat­e­goría depen­den del patrocinio de apues­tas, se ha movi­do ráp­i­da­mente para despo­jar a las empre­sas de juego de la tentación de apare­cer en la parte frontal de las camise­tas para el final de la tem­po­ra­da 2025–2026.
Cor­re­spon­di­en­te­mente, la imposi­ción por parte del gob­ier­no de con­troles oblig­a­to­rios a los apos­ta­dores que pier­dan más de £1,000 al día o £2,000 en 90 días, es bien recibi­da como una medi­da seria de pro­tec­ción y pre­ven­ción de lava­do de activos.
Lo mis­mo ocurre con el grava­men del uno por cien­to sobre los oper­adores, que recau­dará aprox­i­mada­mente £100 mil­lones al año para finan­ciar pro­gra­mas de tratamien­to de la adic­ción al juego.
Bajo la orde­nan­za del gob­ier­no, quizás el Ser­vi­cio Nacional de Salud dejará de hac­er alarde, recortán­dose de for­ma efec­ti­va la cara, al rec­haz­ar dinero del juego por “razones morales”.
Es hora de que todas las partes, espe­cial­mente los detrac­tores, se despierten.
El juego mata a menos per­sonas que el alco­hol, las dro­gas y el taba­co.
Puede que no sea el pasatiem­po más antiguo del mun­do, pero está en segun­do lugar.
La indus­tria del juego emplea alrede­dor de 100,000 per­sonas en el Reino Unido y paga aprox­i­mada­mente £4.5 mil mil­lones al año en impuestos.
En estos tiem­pos tur­bu­len­tos, estas cifras son demasi­a­do impor­tantes para aplas­tar­las.
Inclu­so sus ene­mi­gos conce­den: “Nadie quiere ver­la aniquila­da”.

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