Especial De Elecciones En El Reino Unido: Jugando Una última Vez Con Los Dados Políticos Rodantes

Como los fanáti­cos del fút­bol de Inglater­ra aca­ban de ser recor­da­dos para su deleite y asom­bro, no se aca­ba has­ta que suene el Belling­ham.

O has­ta que uno haya lan­za­do un dis­paro a través de las cober­turas para vencer a los aus­tralianos y ganar The Ash­es en la últi­ma bola de una prue­ba deci­si­va, como el actu­al Primer Min­istro británi­co no elec­to, Rishi Sunak, fan­taseó en una entre­vista ayer.

Tales vic­to­rias y der­ro­tas, arrebatadas de las fauces de la der­ro­ta o la vic­to­ria, aunque raras, no son increíbles.

Fue tes­ti­go de la espec­tac­u­lar pata­da de tijera de últi­ma hora de Jude Belling­ham que rean­imó el cadáver del fút­bol inglés, muer­to ante nue­stros ojos en el par­tido de octavos de final del Euro ‘24 del domin­go con­tra los pequeños Eslo­vaquia.

Y, para bien medir, podríamos men­cionar la famosa, o infame, vic­to­ria de Man­ches­ter Unit­ed en el tiem­po aña­di­do sobre el Bay­ern Múnich en la final de la Liga de Campe­ones de 1999.

En el ámbito políti­co, tal vez la “vic­to­ria” más grande y segu­ra que sal­ió mal fue, posib­mente, la elec­ción pres­i­den­cial esta­dounidense de 1948 cuan­do el desafi­ante Gob­er­nador Thomas E. Dewey de Nue­va York, un repub­li­cano, fue errónea­mente acla­ma­do como vence­dor sobre el pres­i­dente en fun­ciones Har­ry S. Tru­man la mañana sigu­iente de las elec­ciones.

Avalan­cha

Todos los son­deos y exper­tos coin­cidían en que Tru­man no tenía ningu­na posi­bil­i­dad; y Dewey esta­ba des­ti­na­do a ganar por una avalan­cha, al igual que el Par­tido Laborista de Keir Starmer aquí en el Reino Unido se ha hecho famoso para ganar las elec­ciones de este jueves con prob­a­bil­i­dades de 1/100 o 99.1 por cien­to.

“Dewey der­ro­ta a Tru­man”, gritó el tit­u­lar aho­ra leg­en­dario de la mañana del Chica­go Dai­ly Tri­bune, un lla­ma­do ‘Per­iódi­co de Reg­istro’.

Al igual que Sunak hoy, Tru­man era pro­fun­da­mente impop­u­lar y nom­i­nal­mente ges­tion­a­ba un par­tido sal­va­je­mente divi­di­do, los demócratas.

Y otra vez, al igual que Sunak, era un líder no elec­to que carecía del caris­ma de su pre­de­ce­sor; habi­en­do hereda­do el tra­ba­jo prin­ci­pal a través de cir­cun­stan­cias políti­cas: la muerte en el car­go del Pres­i­dente Franklin D. Roo­sevelt, para Tru­man, y el defen­es­tración de Boris John­son en el caso de Sunak, si igno­ramos el desas­troso inter­reg­no de Liz Truss, la líder del Tory, quien tuvo la vida políti­ca de una lechuga.

Dada la fati­ga de 14 años de gob­ier­no Con­ser­vador con­tin­uo, la dera­ci­na­tion de Brex­it, los ter­rores de Covid, ‘Par­ty­gate’, el infan­til juego políti­co de sil­las musi­cales de lid­er­az­go, la bom­ba del Día‑D y ‘Gam­ble­gate’, parece incon­ce­bible que Sunak gane las elec­ciones del jueves.

Segu­ra­mente los tit­u­lares del viernes gri­tarán: “Starmer destroza a Sunak”.?

Pero imag­i­na, si puedes, el tit­u­lar “Sunak vence a Starmer”.

Como acabamos de pres­en­ciar en Ale­ma­nia, han suce­di­do cosas más extrañas.

Metafóri­ca­mente, siem­pre hay un ‘árbi­tro extran­jero cha­pucero’ a quien cul­par o “el cam­po puede cor­tarse”.

Y nues­tra democ­ra­cia, dicen, le da a todos, inclu­so a los mul­ti­mil­lonar­ios en su camino hacia la sal­i­da, una últi­ma opor­tu­nidad.

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