Para millones de brasileños, el presidente Lula está en el mismo nivel que otras deidades del país: Pelé, el árbitro del Juego Bello, el genio musical Milton Nascimento, el gigantesco Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Ahora, en su Segunda Venida como líder de este gigante sudamericano, parece que nadie entiende la mente de su pueblo como este pequeño demiurgo: Quieren y No quieren las apuestas deportivas.
Pues Lula, nombre completo Luiz Inácio Lula da Silva, ha advertido que prohibirá las apuestas en línea si la nueva regulación, que está programada para entrar en vigor el primer día del próximo Año Nuevo, no “cura” la adicción al juego.
Los críticos pueden coincidir en que la intervención de última hora de Lula, justo cuando los pesos pesados del iGaming mundial, liderados por Flutter Entertainment, Entain y Betsson, han gastado millones, si no miles de millones, comprando una parte de la acción del juego brasileño al asociarse con jugadores locales, es un clásico truco de este maestro político.
“Si la regulación no funciona, no dudaré en poner fin a [los juegos de azar] definitivamente”, afirmó Lula este fin de semana, mientras hablaba con reporteros después de emitir su voto en las elecciones municipales en São Paulo, la capital económica del país.
Adicción
Las apuestas deportivas en esta nación loca por el fútbol de 212 millones de habitantes se legalizaron en 2018, pero hasta hace poco existían en un mundo turbio de operaciones extraterritoriales que evadían impuestos.
Mientras las administraciones gubernamentales de Brasil, tanto de Lula como de su ahora desprestigiado predecesor Jair Bolsonaro, luchaban con cómo aprovechar los vastos ingresos fiscales potenciales del juego, estudios muestran que millones de las familias más pobres de Brasil, muchas de ellas receptoras del equivalente al crédito social, el “Bolsa Família”, se estaban endeudando y hundiéndose bajo el peso de la adicción.
Todo esto, de repente, se ha convertido en un importante tema político, justo cuando Brasil se ha convertido en el quinto mercado de juegos de azar más grande del mundo, con una impresionante lista de compañías de iGaming recién licenciadas para operar alrededor de 200 marcas de apuestas.
Este mes, el Banco Central de la nación reveló cifras que mostraron que los beneficiarios del bienestar social Bolsa Família gastaron un estimado de tres mil millones de reales (£420m/$550m) en juegos de azar solo en agosto.
Refiriéndose al amor de los brasileños por las peleas de gallos ilegales y las apuestas en un juego de números de origen del siglo XIX conocido como “Jogo do Bicho”, Lula es lo suficientemente sabio y realista para saber que una prohibición total no tendrá mucho impacto.
“Todos saben que la persona que va a comprar pan por la mañana hará una pequeña apuesta con el dinero del pan”, relató el presidente.
“Pero lo que no puedo permitir es que las apuestas se conviertan en una enfermedad, una adicción, y que las personas se vuelvan dependientes de ella, porque conozco personas que perdieron su casa y su carro”, afirmó.
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Reportaje adicional por Jordi Bacardi